Cántico espiritual

Tú llegaste hasta mí, como una herida,
magnolia de estrellas desdentada
que interroga a cada instante
y que no es nada
sino fuego o agua o sombra, siempre alerta.

Tú llegaste hasta mí, como esta parte
de tierra que encumbras la otra tierra
luna de verduras y osamenta
veneno de escorpión; a veces arte.

Y de dolor se aflige lo mundano
tus sonidos, como un mundo
sin mundo aparecen
negro como la muerte de un hermano
negrura y espesor que a veces crece
bosque de dolor; y a veces bosque
o nube o aire o tierra, o lago.

Y así se conforma el paisaje
de este páramo sin luz
– a veces sueño-
y cada cosa con su sombra
– sin concepto-;
letanía de las cosas innombrables:
alma sin dueño:
locura que es ahora lo que siento
y amor que llega tan tarde
que presiento
que es mi alma en el infierno lo que arde.

Soneto del suicidio

He buscado el sentido de la vida
en la flor sepultada de rocío,
en el corazón ígneo, en el frío
de la sinrazón negra, tan temida;

y más, lo he hecho observando la piedra,
la nube, la montaña, la ternura
de un niño que desde la blanca altura
ve a su vez el agua, el musgo y la hiedra.

He buscado el sentido de la vida
de lleno en lo vivo y en lo inerte;
todo ha sido un callejón sin salida

aunque quizás me sonría la suerte
y así subyazca el instinto suicida:
tengo que ir a encontrarlo con mi muerte.

Monólogo

Saberme fuerte en los monólogos me alegra.
Soy bueno: me convenzo, puedo conmigo.
A veces no razono; me impongo,
con nombres represento mi entorno,
cada palabra acaba en sí misma.

Prevalece cierto resplandor en lo que suena:
a veces un monosílabo, procuro no negarme,
y si lo hago, disputo una revancha.
Aunque a veces fallo
y en mi cara se esculpe un lamento

¿Quién ha podido conmigo?
Quizás el otro, el que callaba,
el que siempre espera su turno:
tímido, pero más razonable

que el fanfarrón que viste y calza.

1977

Afuera es todo ruido – la nube
amenaza con agua –,
adentro es todo silencio – el agua
me rodea – y sueño
con mi tierra: imperio
del viento. Corre enero,
el día séptimo
del año del Señor
de 1977,
afuera es todo cielo – es de noche –
y el aire, cortado por el hielo,
viene y va – corre –
detrás de la luna; en su suelo
se abren cráteres, montañas
– satélite ciego
que nos acompaña –.
Afuera el día se ha ido
– no me quejo, aunque
estaba bien allí adentro –.
Llega la madrugada:

Ya me han parido.

En recuerdo del Marqués de Caramaco

Nunca más mis ojos mirarán
la misma cosa dos veces
aunque entre ellas distaran
horas, días o meses:
ni a la luna de la noche
ni al sol resplandeciente
ni a lo que ahora nace
ni a lo que luego muere.

Y nunca serán mis ojos lo mismo
después de conocerte
te miren como te miren
te sueñen como te sueñen
porque no hay dos tiempos iguales
ni iguales hay dos sienes:
que piensan siempre al otro
y dicen nunca y dicen siempre.

Y mis ojos, lo que miran, los que miran,
cansados están de saberse
vacíos; vacío el mundo:
tristes, grises e inertes.
Aunque también son esperanza
de que un tiempo mejor llegue
pleno; pleno el mundo:
alegres, mas allá de la muerte.

Lobos

¿Qué querrán de mí esos lobos hambrientos?
Vienen con sus garras, con su sano apetito,
con la muerte y su estandarte,
en silencio, con sigilo, y están
a las puertas de la ciudad
acechando o disponiendo
las figuras de este juego.
¿Qué quieren? Siempre la ancestral muerte
de algún desamparado (cual cordero)

Y vienen traídos por los vientos del norte
o por ríos de infernal hechura; vienen
y se repiten en cada paso
y arrollan la tierra cuando,
atraídos por la sangre,
acuden a la intemperie
de las almas, de los seres.
¿Quién los guía por espeluznantes caminos
o por sombras o por bosques o por mares?

Vienen sin respuestas, para ellos, los lobos,
todo es interrogación o deuda de sangre.
No ha lugar a la queja
no diferencian los gritos
de las mujeres y niños.
Las almas jóvenes
saben de su existencia
por cuentos de viejos recitados en las noches
con sus hogueras; cuentos tristes, sanguinarios.

Algunos lugareños hablan de ritos y simonías
hablan del pasado en que se fraguó todo
y de si tendrá remedio
este presente oscuro
este saberse muerto
aun antes del sacrificio.
Ya no hay lugar, me temo,
para la esperanza, tú lo sabes, niña que entre niñas
puedes, sólo tú, salvarme de la angustia, de sus garras.

Prometeo (dedicada a H. Relectura de Lolita)

Busco en tus ojos el fuego de Prometeo
robo a los dioses – colosal ironía –
su esencia y sus dromedarios;
visto de negro, soy cálido y suave
como el cisne – blanco o negro – ya
no importa. Ahogados en la luz
de esta tarde mortificante, soporífera,
buscamos el fuego justo y libre
en los ojos, en las manos; buscamos
salvarnos del castigo, alejarnos
de las garras del otro – tan inseguro –,
de su visión borrosa, de su
prominente frente, o su espantoso
achaque de ira y de posesión.
Hay un coche viejo y azul
son sólo veinticinco pasos
no lo pienses, es un instante, y luego
la eternidad. G. el Humilde te habla
te tiende la mano… tú y tu fruto
seremos tres fuera del alcance
de esa especie de prosaico Zeus. Él
tiene bastante con su fe, con
su forma de oprimir sus posesiones.
Son sólo eso, posesiones, posesiones,
y éstas están para ser robadas.
Ahora busco en tus ojos sólo tus ojos,
es tarde, cae la noche, sus ojos
no volverán a saber de nosotros…

… duerme, duerme, duerme…
… G. el Ladrón te protege.

Antes de empezar el otoño

Pronto,
antes de que nos demos cuenta,
llegará el otoño.

Volverán las hojas secas
los sonidos húmedos
y las tardes más escuetas.

Entonces volvemos al origen
de la tristeza
(a la llamada de la tierra);
la percepción de la pérdida
el gusto a lo insufrible
el olor…, el olor a mierda
la vida cogida con dos pinzas
que no es vida, sólo miseria.

Es un ejercicio que hago de memoria
adelantarme a la tristeza
como un hábito infatigable
(esclavitud y cadena).

Cada año
intento situar en este paisaje
una esperanza pequeña
pero llega octubre
y la ilusión siega:

Cárcel de mi alma
desamor de mis noches
pero, por qué no,
una sonrisa austera.