Pronto,
antes de que nos demos cuenta,
llegará el otoño.
Volverán las hojas secas
los sonidos húmedos
y las tardes más escuetas.
Entonces volvemos al origen
de la tristeza
(a la llamada de la tierra);
la percepción de la pérdida
el gusto a lo insufrible
el olor…, el olor a mierda
la vida cogida con dos pinzas
que no es vida, sólo miseria.
Es un ejercicio que hago de memoria
adelantarme a la tristeza
como un hábito infatigable
(esclavitud y cadena).
Cada año
intento situar en este paisaje
una esperanza pequeña
pero llega octubre
y la ilusión siega:
Cárcel de mi alma
desamor de mis noches
pero, por qué no,
una sonrisa austera.