Uno de ellos…

La memoria del Universo desde el día en que
el tiempo echó a andar – al tiempo, me consta,
que le quitaron las dos ruedecillas de los lados,
al tiempo, se entiende, como las bicicletas de los críos -;

Y el tiempo, que tiene mucho que decir en la vida,
quiere
que cuando hace tiempo que no sé de él
ni él de mí,
es como si el tiempo no hubiera pasado
o hubiera pasado todo y nada
y nada y todo;
en el recuentro.

Y entonces
el tiempo – como siempre, el tiempo -,
se detiene, se hielan los segundos en el vientre del tiempo,
y ocurre, y acaece
que como el sonido lanzado desde el abismo de un volcán,
que recupera los años de silencio,
dice – porque no grita, es, simplemente su voz,
la idea de todas las voces en el mundo de las ideas -:

Viejo, a mis brazos

Y todo tiene sentido:
ese sábado noche en los sitios de siempre;
algún paseo por la ribera del río, cuyas aguas
nos recuerdan que lo pasado no volverá;
o ese email mediada la semana
por el que sabes
que todo sigue igual
y que somos medianamente felices
y que no merece la pena quejarse.

Y todo este poema es él
mi amigo Fernando Kubala
diciendo Viejo, a mis brazos,
y esa sensación de que la amistad es desentendida
y que por mucho tiempo que pase
entre dos encuentros,
nada se ha perdido;
al contrario…
ya sabes lo que digo.

Algo más mundano…

Hoy no hablo de estampidas de animales
ni ojeo versos de poetas buscando inspiración
ni relato algo inmerso en la noche
de un modo teórico…

Hoy quiero algo más mundano
con sus correspondientes imágenes, si hiciera falta;
con su correspondiente ritmo, si hiciera falta;
y si hiciera falta, con mi sangre, hecha palabra…

Abrumado, pesado como quintales de culpa,
apagado, como el desierto de noche,
casi triste, con los ojos entornados,
maldiciendo mi nombre y su sombra…

Pero…

voy al baño y miro la taza del váter,
blanca, virginal, espléndida;
osadía de la ciencia; mágica:
no salen conejos de una chistera
ni inspirará jamás un suicidio altruista (Véase Durkheim)

Me siento, su tacto es frío, pero sé
que valdrá la pena este primer contacto;
y miro al vacío, empujo – sólo un poco -,
y siento
lo que se debe sentir alguien
que suplantando a los dioses, bebe la ambrosía;
y… (no entro en detalles)

Y salgo
y afuera ya no hay una oficina
sino una estela de cometa
a modo de alfombra roja;
y paso por ella, y casi no piso;
floto… y llego a mi destino
con una sonrisa
tan de oreja a oreja
que mi compañero
se cuestiona su felicidad,
su vida, toda su vida.

¡Qué pequeños placeres tiene esta vida!

¡Qué bonito es el mundo, límpido y reluciente,
como la taza de váter que atiende mis evacuaciones
cada día!

¡El infierno debe ser un lugar en el que no se caga!

El olvido le dijo al tiempo…

El olvido le dijo al tiempo
¿Qué te he hecho yo,
si éramos amigos?
El tiempo se volvió tiempo
el olvido, simplemente olvido;
y esta palabras que te cuento,
olvidadas al tiempo,
murieron solas; y la muerte,
que se olvidó de olvidarlas,
a un tiempo,
olvidó que el tiempo era el tiempo…
– y ése no muere –
y no cesó en su empeño – el tiempo –:
pasó, pasó, pasó,
sobre los párpados de los muertos
pero se olvidó de quién era,
del propio olvido se olvidó.
Y ahora la muerte, dama ciega,
olvida, con gran tristeza,
que hasta para ella
el tiempo se le escapó.