La libertad del enano.

La danza terrible de las palabras
los barbitúricos que se mecen en tu garganta
la esperanza que arde en el Paraíso
para engendrar la nada de la nada.

Este Imperio que te cuento
tierra de desesperanza,
turbio y sucio lamento,
sonrisa que desgrana
un cuerpo.

Y Dios, en lo alto,
con su cara de bobo
y su cetro, creyendo
que manda algo…

pero los rayos ya cayeron
las centellas ya vinieron
y mi pecho está intacto
de furia de dioses malnacidos
de juicios, valores y cadalsos…

y mi libertad es la libertad del enano
que siempre tiene que mirar hacia arriba
para ver a su amo
pero que sabe quién es quién
y hace lo que quiere
aunque no lo parezca:
el cómo
y el cuándo.