Avanza sobre el cadáver del pueblo…

¡Avanza sobre el cadáver del pueblo que tiembla
el de los pies incrustados en el fango
que la tierra,
desde su nula altura,
ha hecho mella:
el dulce olvido, de viejo, desdentado!

¡Que no sean sus lágrimas en vano
que lloren lágrimas como arcos de triunfo
– o derrota –
que no quieren
verdades
ni soledades
sobre su manto
de gentiles centinelas
que todo aman, que nada besan
y que habitan la memoria
y la cobardía en llanto!

¡Que nada pueden:
y eligen, y rezan,
a sus dioses,
sobre pedestales, disecados!

¡Manos muertas, naturalezas muertas
vientos que no mueven
aspas de molino
en donde ruedan
y trituran las palabras
– qué más quisieran –
los corderos
de esta democracia
eligiendo el cielo
donde posan
su espíritu mancillado!

¡Y ahora vienen
a decirnos “despierta
de tu sueño, pueblo herido”
sin decirnos
que antes ellos lo aplacaron!

¡Los héroes nunca durmieron
– enterrados en la orilla de un camino
pero vivos, más que muertos-,
renegaron de este polvo y de este invento:
de ser corderos, todos libres, según dicen…
Más bien: Corderos!