I
No sé de dónde vengo. Me cegaron
unos ojos y no recuerdo de quién son.
Eran azules y grises, como la muerte
y el hielo; eran acero: y espada.
Ahora grito y nadie me oye,
¿volveré a ser libre? y qué si no
(nadie me oye) ¿Ante quién
presentaré mis respetos si no hay
nadie al otro lado. Y
si envejezco en esta noche sola…?
¿Seré trigo o palabra?
¿Acero, espada? ¿Ojos
azules y grises? ¿Soldado
sin pueblo? ¿Verano o invierno?
¿Quién soy? A lo lejos
veo unos ojos, quiero saber de quién
son – acero – pero muero
sin saberlo.
II
Alegría, el soldado ha muerto
sin saber quién era, sin más dolor,
vagaba ya unos días entre la muerte
y la vida. Dos disparos tenía en su vientre
y tres días estuvo hablando, entre sueños,
de cuatro aceros – supongo que eran balas-
y de cinco nubes;
seis ojos, tres personas cuidaron de él. Él
decía: espada son tus ojos y acero, siempre
acero- Y entre sueños presentó sus respetos
a mi padre. Mi hermana
lloró su marcha. Ahora yace
en paz en el jardín, bajo él,
nadie nunca más lo oirá. Dos
disparos es lo único que oyó y después
el eterno sueño… ¡y el silencio!