Dos mujeres para una vida.

La una

Cuando un hombre muere
el mundo se olvida de todos un poco.
Vuelve a salir el sol
algo más difuso,
la noche se vuelve algo más fría
y el cielo, menos azul.

Si ese hombre es un ser querido
nos olvidamos de nosotros mismos
un instante;
el sol se oculta una fracción de segundo
y esa falta de luz
es su alma;
lo que recordaremos siempre
desde la alegría
o la pena.

Cuando murió mi abuela
fui yo quien murió del todo,
o por lo menos,
empecé a vivir de otra manera:
comprendí lo que era la ausencia.

La otra

Escribo cuanto te pertenece
por obra u omisión:
la escultura de luz que es tu cuerpo
tus ojos: vidrios, nenúfares,
tus manos, que enlazan la sucesión de imágenes del mundo,
dando forma a las horas
al viento, perdón
al olvido, recuerdo
y a mi boca, palabra.

Escribo como te siento,
pausado,
recordando lo que aun no existe
con cierta nostalgia de lo que no será…

Eres eso, una página en blanco
que se llena con ríos de tinta
con sonrisas en la madrugada
con copas de luz que derraman tiempo…

Y se hace el camino
y voy dando pasos, certeros,
y voy asestando puñaladas a la desmemoria.

Siesta y alejandrino (antiguo)

La justa medida de las cosas:
ánimo y desencanto se mezclan
como la ola avanza hacia la tierra
y con las mismas
huye hacia el centro de su centro
como lava y ceniza
y aire puro…
argamasa en esta tarde que te cuento…

Me desapego de lo corpóreo
el tiempo se ralentiza
huelo a tierra húmeda y marea
siento ingrávido mi centro
pequeñas cosas pasajeras
que en mi mente no retengo
sonidos que se apagan
pausado el aire inundando mi pecho…

Pensamientos livianos
leves: vapor, niebla…
…fundirme en  mi pasado…
tierna, la tarde es tierna
y los párpados, pesados
como plomo (gris y sueño)
como el tiempo (se deshace
en siete notas y ocho versos):

¿Por qué no fuiste noche, por qué no fuiste luna…
olvido, tiempo, collado, cántico, melodía…
cadáver en su triste féretro, niño en su cuna…
ocaso, crepúsculo, medianoche o mediodía…?

¿Por qué no fuiste luz, tiempo, papel, tinta…
escrito que versas sobre el viento, o su dueño…?
¿Por qué tu remembranza, como una lengua extinta…
viene a visitarme cada tarde, en mi sueño…?

El Jardín (Extracto de Construcción y Deconstrucción de la Nostalgia)

Hacia donde habita el olvido, la tarde muere. La risa queda marchita en la aurora del deseo. ¿Sabes? Ayer bebí el vino azul de tus labios. Pero no eran tuyos en aquel instante. Eran de otra y de tantas otras mujeres que en la sombra morían. Atravesé el portón que dividía el jardín en dos; escaleras rosáceas, había hormigas que circundaban mis pies desnudos. En alguna parte quedó tu boca secuestrada. Tarde de junio. Calor resplandeciente. Luz; el sol agobiante revolvía el tiempo ignoto. Crecía la adelfa en derredor de tu sombra. Una especie de recuerdo giraba en torno a tu existencia mientras el cristal dividía en mil fragmentos la luz de la tarde. La brisa traía tu fragancia desde el suelo hasta lo alto. Paseaban dos amantes a los lejos y las lentas sílabas zigzagueantes abarcaban el paisaje con su forma. Crujían las hojas secas a su paso engendrando la melodía que encerraba sus corazones. Camisa, lino fino, la piel se fundía con el horizonte, un sol que se imponía dando a su vez cuerda al recuerdo que germinaba en otro tiempo, eso,

eso es todo lo que tengo, antes
de que ceda mi vida,
antes de que la brisa bese el suelo,
antes de que dé mi último verso.

Extracto (I) de Construcción y Deconstrucción de la Nostalgia. (2007)

Amor. Antiguo. La edad está en el aire.
Yo soy quien lo digo. Yo soy quien lo escucho.
A solas en el brocal sentado. Un dardo
lanzado desde lo lejos enardece la tarde. Tú
en tu aurora lentamente desciendes
desde lo alto hacia la tierra
donde serás vista por las claras ninfas. Recuerdo
tu mano sobre los verdes lagos.
Luz. Lucha. Yo soy el que lucha.
Acuidad en la batalla. Flores, lamentos. Nunca
has sido mía. Te sigo, persigo, de tu sombra, la sombra;
de tu aroma, la frente; de tu vida, su ser.
Noche. Soy. ¿Quién soy ahora? Manto de estrellas.
Orión a lo lejos. Voy tras tu recuerdo de nuevo,
o tu fantasía aun sin forma, o tu idea,
pensamiento existente, número perfecto.
La noche me encierra. La noche me aplaca.
Viene tras de sí el alba. Fulgor. Crepitantes
sonidos. Estallan las hojas. De ti aun no sé nada.
Derrengado me hallo. Es mi castigo ¿Qué soy?
El que me piensa. El número ineluctable. Se abre
ante mí un nuevo día. Tú estás en tu mundo.
Sonríes a las máculas de la luna. A mí el sol
me abrasa. Desdicha. El viento. Muero.

Prometeo (dedicada a H. Relectura de Lolita)

Busco en tus ojos el fuego de Prometeo
robo a los dioses – colosal ironía –
su esencia y sus dromedarios;
visto de negro, soy cálido y suave
como el cisne – blanco o negro – ya
no importa. Ahogados en la luz
de esta tarde mortificante, soporífera,
buscamos el fuego justo y libre
en los ojos, en las manos; buscamos
salvarnos del castigo, alejarnos
de las garras del otro – tan inseguro –,
de su visión borrosa, de su
prominente frente, o su espantoso
achaque de ira y de posesión.
Hay un coche viejo y azul
son sólo veinticinco pasos
no lo pienses, es un instante, y luego
la eternidad. G. el Humilde te habla
te tiende la mano… tú y tu fruto
seremos tres fuera del alcance
de esa especie de prosaico Zeus. Él
tiene bastante con su fe, con
su forma de oprimir sus posesiones.
Son sólo eso, posesiones, posesiones,
y éstas están para ser robadas.
Ahora busco en tus ojos sólo tus ojos,
es tarde, cae la noche, sus ojos
no volverán a saber de nosotros…

… duerme, duerme, duerme…
… G. el Ladrón te protege.