Titulares.

Recuerdo el indeciso verano
que llenaban de pasos errantes
las sombras de los árboles
a ambos lados de la calle.
La fotografía que vigilaba
expectante
la sobremesa de café,
y el humo llenando la estancia.
Las promesas del nuevo día
que el periódico, muy de mañana,
hería de muerte.
Y es que
nada pasa hasta que alguien
lee la noticia.
Debe ser que la desdicha
no es tal
sin unos ojos con los que ensañarse.
Cayó el otoño:
las aceras, bajo un manto de hojas;
las mañanas se vistieron de chaquetas finas
azules, rojas, verdes;
y del quiosco, como el agua
que rebosa del vaso,
seguían brotando titulares
con letras negras del color de la muerte.