¿Qué querrán de mí esos lobos hambrientos?
Vienen con sus garras, con su sano apetito,
con la muerte y su estandarte,
en silencio, con sigilo, y están
a las puertas de la ciudad
acechando o disponiendo
las figuras de este juego.
¿Qué quieren? Siempre la ancestral muerte
de algún desamparado (cual cordero)
Y vienen traídos por los vientos del norte
o por ríos de infernal hechura; vienen
y se repiten en cada paso
y arrollan la tierra cuando,
atraídos por la sangre,
acuden a la intemperie
de las almas, de los seres.
¿Quién los guía por espeluznantes caminos
o por sombras o por bosques o por mares?
Vienen sin respuestas, para ellos, los lobos,
todo es interrogación o deuda de sangre.
No ha lugar a la queja
no diferencian los gritos
de las mujeres y niños.
Las almas jóvenes
saben de su existencia
por cuentos de viejos recitados en las noches
con sus hogueras; cuentos tristes, sanguinarios.
Algunos lugareños hablan de ritos y simonías
hablan del pasado en que se fraguó todo
y de si tendrá remedio
este presente oscuro
este saberse muerto
aun antes del sacrificio.
Ya no hay lugar, me temo,
para la esperanza, tú lo sabes, niña que entre niñas
puedes, sólo tú, salvarme de la angustia, de sus garras.