He buscado el sentido de la vida
en la flor sepultada de rocío,
en el corazón ígneo, en el frío
de la sinrazón negra, tan temida;
y más, lo he hecho observando la piedra,
la nube, la montaña, la ternura
de un niño que desde la blanca altura
ve a su vez el agua, el musgo y la hiedra.
He buscado el sentido de la vida
de lleno en lo vivo y en lo inerte;
todo ha sido un callejón sin salida
aunque quizás me sonría la suerte
y así subyazca el instinto suicida:
tengo que ir a encontrarlo con mi muerte.