Saberme fuerte en los monólogos me alegra.
Soy bueno: me convenzo, puedo conmigo.
A veces no razono; me impongo,
con nombres represento mi entorno,
cada palabra acaba en sí misma.
Prevalece cierto resplandor en lo que suena:
a veces un monosílabo, procuro no negarme,
y si lo hago, disputo una revancha.
Aunque a veces fallo
y en mi cara se esculpe un lamento
¿Quién ha podido conmigo?
Quizás el otro, el que callaba,
el que siempre espera su turno:
tímido, pero más razonable
que el fanfarrón que viste y calza.