Porque mi esperanza fue tal
– en aquel momento –
que los niños que jugaban en la acera
volvieron su vista al unísono,
¿Quién será aquel esperpento?
– pensaron
con palabras que por la edad
aún no les correspondían -.
Yo no voy a hablaros
de lo que sentí después,
porque
cuando se mira al pasado
– los años, unas cuantas horas –
de las sensaciones y los sentimientos,
todo es mentira:
juraría que el tiempo
siempre nubla la mirada.
Os voy a hablar de lo que hice
con tamaña esperanza:
nada.