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Ya conoces al animal
y su reconstrucción en la mañana:
su alma fría en niebla
los ojos y los estallidos de la sangre.

Ha devorado estrellas y sueños
y ahora es un divagar en el tiempo:
tiempo que echa a andar
como un eco volátil y etéreo.

Ya conoces al animal y – por lo que
intuyes -, su antídoto:
la luz de la memoria diáfana
la luz de las manos inocentes
la luz de las sombras deformes.

La luz, luz y diamante,
la luz que promete
más luz.

Está herido como un remordimiento que corroe.
Está herido como un rayo que grita.

Hombre en luz, verso
en la tarde, bestia
en la inmensidad de la noche.

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