Muebles

A lo lejos
quedan a lo lejos habitaciones
vacías puertas cerradas palabras – ecos –
golpeando una y otra vez portalámparas jarrones
cisnes de cristal jarrones con forma
de cisnes
preguntas que quedaron en el aire. Muebles negros
bajo una fina capa de polvo o de tiempo
que mira por las ventanas
la maleza que crece y queda en suspenso.
Y duermo y despierto y duermo y despierto
y en el sueño del día y de la noche
un silencio estridente arde y amenaza
la calle
    con entrar por los cristales
el trino de los pájaros
    con insultarme
el espejo
    con escupirme.
Vuelvo sobre mis pasos por entre los muebles
del otoñó (quizás de otra casa pero
el mismo polvo)
con el miedo de tropezar con algún muerto
o alguna tumba cavada en el suelo;
y a tientas, entre olor a vinagre,
salgo a la calle: septiembre y carcoma y octubre con sábados inmóviles (años iguales
por venir entre la niebla de los años).
La ceremonia del viento enroscado
en la tarde
me trastoca:
Pienso en los juegos de palabras y la magia
que subía por la senda de tu cuello hasta tu boca.
Pienso que basta con cerrar los ojos para estar solo.
Vuelvo adentro de cualquier casa – de la misma
casa -, y
como siempre, ebrio de tiempo que me sobra,
mis dedos dibujan formas irreconocibles en el polvo de los muebles:
mesas y sillas pensando sillas y mesas; y una alfombra:
huellas de juegos infantiles: añoranza.
Pienso en la calidez de la carne, en el aliento alcohólico de los cobardes rompiendo
los muebles al llegar a casa, en las lágrimas que llenan la noche
y el alba (podríamos escribir en círculo
hasta comprender el odio atropellando los pasos
del odio).
Habría ido a buscarte
más allá de la música
más allá de la forma
más allá de la memoria: entre los coches mal aparcados y la ceniza
de las hojas de los árboles de ceniza
y de la lluvia que limpia
la tarde y el olvido
    y de la luz que todo lo ciega…
        cualquier amor sin nombre
            cualquier habitación vacía.
Podría haber perseguido mi sombra
por las paredes de las casas por los adoquines
de la calle. Podría haber perseguido mi sombra
entre gemidos de los rostros que dicen que tuve;
y mi verso en la piel traslúcida de los muertos
o en las tapias de los huertos que rodeaban mi pueblo…
El corazón sigue latiendo y es todo lo que tengo.
Todo lo demás es la soledad asomándose a una ventana entreabierta.
Así es la vida: las huellas que deja el tiempo
en la carne, las huellas
que deja el amor en los labios
de nadie.

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