Raíces

        Un día pensé
entrar en un poema con una bala entre los dientes,
    mordiéndola, para resistir
el tormento del asfalto reclamando la suela
cabizbaja de mis zapatos – los pasos en la desgana
        de una calle cualquiera
en la hora de la recogida selectiva de desgracias -,
las ojeras de una vida en círculo, el suspiro
que por repetición se ha grabado en el espejo: mañana
        seré otro.

        ¿Oís
cómo acecha el otoño desde no sé qué cielo con el tesón de los héroes
o los mendigos las tardes de lluvia?

¡Y no estás
        y así es el futuro!
Alguien debe cuidar con mucha ternura
este deseo que, como hoy,
        me doblega:
Desvalido levanto la mirada
ante mi propia herida:
soy: una vela que se consume
al abrigo de tu luz
        y mi mentira…
y quizás, yo, así, con un reloj en la garganta (como siempre y como
nunca: dos únicas horas en una esfera macilenta)
te encuentre sentada en un vértice del otoño
con las piernas cruzadas esperando un recuerdo
que ya es ceniza (Oíd: ceniza: raíces
        y ceniza)

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