Nubes.

Ahí está:
en el cielo, atrapada
en la tarde, inaugurando
abismos, postergando
humedades o promesas de humedades
a estas tierras endurecidas y cansadas
tras el paso del verano.
Plomiza y fatigada, y a aun así
inextinguible modelo de decoro…
Sus accidentes, la inclinación
con que la luz recibe,
su textura…
hacen que no aparente otra cosa:
una nube, diría
cualquiera; y sin embargo
es palabra, respira
y piensa
en el ritmo que imprimirá
a sus granos, a sus cristales
trasparentes
antes de lanzarlos contra el mundo
y despertar
ese olor a mojado de las cosas
con que, sin saberlo,
crecimos.

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