Persónese la voz en mi garganta
afluyan las monturas, siempre vivas,
a esta boca que hoy invoca
tu nombre;
A esta edad concurra la ternura;
la memoria, la súplica
al recuerdo; el pasado
por pretérito; el futuro
por quererlo;
Y pronúnciese nombres insondables,
inasibles, etéreos; caducos si hace falta:
Que lo que siento, este fuego en el alma
no se calma, ni se apaga, por un poco de bullicio
y algarabía en la memoria – siempre selectiva,
creativa por ella misma, subjetiva en sus formas -:
Que lo que invoco, a pesar de desdibujarlo el tiempo
y atenuarlo mi retentiva, por dispersa y traviesa,
atraviesa el aire, hasta llegar a tu oído;
Y marchan los corceles blancos, con rugir
de herraduras… efervescencia de olas…
a decirte:
¿Vamos al cine esta tarde?