Así fue (Camaradas de sentimientos imposibles) A ella.

Había lucecitas de Navidad
la música, un poco fuerte
y daban, en redifusión, un Madrid-Barça
que nadie miraba.

Aquello era un bar
y la gente hablaba.
La vida, básicamente, es hablar.

Ella dijo algo sobre la Elegía a Ramón Sijé
él pensó que El Niño Yuntero le gustaba más
pero no lo dijo.
De viajes y libros hablaron
y así pasó el tiempo.

Afuera llovía y él
se ofreció a acompañarla a casa en coche.
Fueron a despedirse
y sus miradas se cruzaron.
Él buscó en sus ojos la inmensidad del tiempo,
la eternidad;
pero ninguna chispa surgió
– no surgió el amor –
El minuto posterior duró
exactamente lo mismo que el anterior,
la Luna, impasible, siguió en su sitio
el mundo, en definitiva, era el mismo mundo.
Nada cambió, salvo su corazón.
Ella no notó nada.

“- Buenas noches. Gracias por todo.”
“- Buenas noches.”

¿A quién culpar cuando no hay dioses?
¿A ella? No,
la quería demasiado.

Llegó a casa y buscó la esperanza en una Antología de Ángel González.
Salió a la puerta, encendió un cigarrillo y miró a su perro.

“¿Cómo explicarle a un perro
que me importa más su felicidad
que mi dolor?
El fallo no estaría en que yo no ladre
o él no hable, sería más bien
en que para entenderlo
hay que ser humano”

Así llegó a su cama – vacía
como siempre -. Y durmió.

Aquella noche soñó con un dragón con dos cabezas
y una ficha de dominó perdida en un desierto.

Al día siguiente se despertó
se incorporó, tosió, y encendió un cigarrillo.
“No sé cómo voy a hacerlo, pero hoy
voy a dar lo mejor de mí mismo”.

(Abarán, tarde del 28 de diciembre de 2009)

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