Finales de los 70 y principios de los 80 fue mi infancia más tierna. También se dio un hecho sociológico destacable en España, las casas de putas de dentro de los pueblos se fueron estableciendo en las afueras, carreteras nacionales por ejemplo.
Tendría que resultar chocante porque cada vez que había una comida en la sierra, siendo mi padre el anfitrión, todos decían que después de comer iban a ir a las luces (neones). Yo meto la mano en el fuego a que ninguno de los que frecuentaban mi casa terminaría yendo, pero era, por así decirlo, la novedad. Supe que por esos servicios se cobraba, porque decían, vamos, pero pagas tú, yo ya me hacía una idea, era algo de la chucha y se pagaba por ello.
Por esos años supe lo que era el “lo”, hacer – “lo”. Si tú hacías una empanadilla era empanadilla, pero el “lo” sustituía siempre lo que no se quería decir, una trampa del lenguaje, pero por otra parte poco sutil, porque si a arreglar el coche se decía con todas las palabras, el “lo” era chucha y agujero.
Ya había por entonces películas futuristas donde los futuros habitantes de este o aquel planeta crecían en placentas colgadas del techo y yo quería pensar que las mujeres que había en los puticlubs eran engendradas así, o en granjas. Me resistía a pensar alguna mujer en su sano juicio hacía el “lo” por dinero, no, salían de las granjas o de las placentas. Aparte cuando llegué de nacer del Belén, ya estaban en mi casa Serrat, Aute… había libros y nos visitaba gente culta. Creo que la lucha por saber lo que era la dignidad ya había empezado en mí, y no me entraba en la cabeza que cobrar por el “lo” lo hiciera una humana tal cual.
Un día fui con mi madre no sé adónde, lejos de mi casa creo recordar, y había dos mujeres hablando, y una le dijo a la otra que para tener 25 pesetas para las medecinas [Sic] (¡medecinas no se dice, se dice medicinas! Por otra parte, tal patada al diccionario centró mi atención sobremanera) de sus hijas, “lo” haría.
Se me cayó el cielo encima, no había placentas ni granjas, bastaba con hacer – “lo” cobrando y ya eras una de ellas, el “lo”, los tres rombos… si hubiera dicho haría empanadillas, las vendería, y tendría para las medecinas, pero el “lo haría” sonaba a destape, venta del cuerpo, tres rombos como tres soles, claridad meridiana.